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Relato versus Convicciones: el Desafío de la Autenticidad

En la política se ha vuelto común escuchar sobre la importancia del “relato”, aludiendo a la narrativa que construyen los líderes para explicar su visión del mundo, sus decisiones y su propuesta de gobierno. El relato es una estrategia discursiva, una herramienta para ganar adhesiones, movilizar a las masas y estructurar una visión coherente ante la opinión pública.

A propósito de las consecuencias del octubrismo, así como cuando se habla de seguridad, de combatir el crimen organizado, de apoyar a las policías, de crecimiento, etc., tanto parael Presidente Boric, como para sus cercanos, aparecen las contradicciones entre su actual relato y sus verdaderas convicciones, manifestadas en su momento.

En la extensa e improvisada “conferencia de prensa” del Presidente Boric, en el contexto del Caso Monsalve, esa creciente dependencia de los relatos plantea una cuestión fundamental: ¿qué ocurre cuando el relato se transforma en un intento de manipulación de la opinión pública, sin respaldo en las convicciones declaradas?

Los relatos tienen un poder innegable simplificando la complejidad de los hechos. Es una forma de articular un discurso que conecte emocionalmente con la ciudadanía. Los chilenos hemos visto como un buen relato puede cambiar el destino de una campaña electoral, o puede posicionar a un líder como la voz de una generación. Pero, el relato también tiene una cara oscura y es lo que se está viendo en los últimos días desde el Gobierno, cuando se construye como un mero instrumento de persuasión, de construir una versión propia de la realidad, sin contenido real, convirtiéndose en una cortina de humo que oculta la falta de coherencia o, peor aún, de convicciones profundas.

Las convicciones, en contraste, son el motor moral y ético que debería guiar la acción política, dándole sentido a la toma de decisiones, más allá de lo que pueda ser popular o conveniente en el corto plazo. Actuar desde las convicciones implica una coherencia que va más allá de la comunicación o las encuestas, es comprometerse con una causa, aunque ahora te perjudique.

Uno de los mayores peligros es la prevalencia de relatos que no están respaldados por convicciones genuinas. Esto genera una política de espejismos, donde los discursos cambian al ritmo de las encuestas o conveniencias electorales, y donde los políticos se ven tentados a decir lo que creen que el electorado quiere escuchar, en lugar de lo que realmente creen o consideran necesario. Esto explica mucho de lo que ha ocurrido en los últimos años, al darle la espalda a lo que se hizo y dijo en el pasado reciente y en estos días cuando las contradicciones quedan en evidencia frente a la ciudadanía.

Cuando los relatos cambian constantemente, el desencanto se apodera del electorado. Esto puede dar lugar a un ciclo vicioso: se fingen convicciones para construir relatos creíbles, pero al ser descubiertos, la desconfianza alimenta aún más la necesidad de relatos vacíos.

No se trata de renunciar a la construcción de narrativas, que son esenciales para comunicar ideas y movilizar a la sociedad. Pero el relato debe ser auténtico, debe estar arraigado en principios claros y sólidos. Solo entonces puede convertirse en una herramienta poderosa para el cambio, para la credibilidad y la confianza, en lugar de ser un simple mecanismo de manipulación electoral o de mejorar los niveles de aprobación del gobierno.

La política necesita más convicciones y menos relatos vacíos. En tiempos de incertidumbre, la ciudadanía busca líderes que actúen desde la integridad y que no tengan miedo de sostener sus principios, aunque sean impopulares o políticamente costosos. Solo así se puede construir una democracia más sana, donde la palabra vuelva a tener el peso que alguna vez tuvo, y donde las promesas no sean meros espejismos sino compromisos reales. Se necesitan relatos que nazcan de las convicciones, y no convicciones moldeadas por relatos de ocasión.

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