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En noviembre pasado. Nicaragua celebró sus elecciones presidenciales en el contexto de una profunda inestabilidad democrática, donde siete de los precandidatos de la oposición estaban encarcelados por orden del Dictador sandinista, Daniel Ortega. El exguerrillero asumió su cuarto mandato consecutivo, y quinto en total como mandatario, el 10 de enero de 2022, en un acto donde muy pocos gobiernos extranjeros enviaron representación.

Es en este contexto, que Daniel Ortega ha impulsado no sólo la cancelación de la disidencia, sino que además, ha sido particularmente hostil con la Iglesia Católica. Precisamente, al ser Nicaragua un país que mantiene sus creencias tradicionales y es profundamente religioso, es que la dictadura advierte en estas instituciones un ámbito peligroso donde se puede ejercer y promover la disensión, creando incomodidad en las cúpulas gubernamentales, pues pueden inspirarse las demandas de cambio y los deseos de fundar un nueva república.

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